¿Comer Gourmet es Sano?

 

por ®Salud Ancestral

 

Algunas personas creen que comer gourmet es sinónimo de comer saludable. Pero esto es solo cierto parcialmente, o más bien depende de lo que entendamos por comida gourmet.

Si por comida gourmet entendemos productos de la más alta calidad, orgánicos, producidos artesanalmente de manera responsable y nutritivos, entonces ciertamente sí lo es.

Sin embargo, la definición de gourmet suele ser mucho más amplia. A veces denomina a productos alimenticios costosos o algo escasos, pero no necesariamente orgánicos, producidos artesanalmente, ni nutricionalmente adecuados para el ser humano.

Lo gourmet suele ser considerado una exquisitez gastronómica, algo exclusivo, y con frecuencia de mayor precio que la comida convencional. Es por tanto una especie de lujo, algo apreciado por las minorías o bien algo que no se come todos los días.

La comida gourmet es un deleite para el paladar y los sentidos, comida para tomarse su tiempo y disfrutarla al máximo. En este sentido puede ser muy saludable, debido a que se come despacio, se saborea bien y se suele estar en buena disposición y relajado para disfrutar de ella, lo cual favorece mucho la digestión por supuesto. En tiempos tan acelerados como los modernos, no es algo de poca importancia tomarse un tiempo para uno mismo, para disfrutar en completa calma del placer de comer.

Estos alimentos pueden encontrarse frecuentemente en la base de dietas de poblaciones saludables y longevas como la mediterránea, o ciertas tribus del Himalaya, los montes caucásicos o el Sur de Asia.

Algunos alimentos catalogados como gourmet bastante saludables son por ejemplo el aceite de oliva, el aceite de coco, la sal rosada del Himalaya, el vino tinto, las bayas de goyi, las aceitunas, el chocolate negro, el vinagre balsámico y algunos tipos de nueces como por ejemplo las nueces pecan o los pistachos.

Cada uno de ellos tiene propiedades importantes para la salud, que los diferencian de otros más extendidos como por ejemplo los aceites industriales de soya, canola, girasol etc., la sal industrial de mesa, el chocolate convencional de leche, el vinagre blanco, el maní, etc. Así pues, no son solo exquisiteces de la cocina sino a la vez alimentos con propiedades nutricionales únicas.

Por supuesto hay variedades y calidades de algunos de estos alimentos gourmet, por ejemplo los vinos y chocolates. Por tanto resulta conveniente informarnos previamente sobre el origen y la calidad de ellos.

Algunos endulzantes como la miel orgánica, la miel de yacón o de agave, o el azúcar de coco pueden ser considerados gourmet, toda vez que son productos artesanales, ancestrales, con destacadas propiedades nutricionales y exquisito sabor. La miel puede ser considerada de hecho un alimento completo en sí, y no solo un endulzante, repleto de enzimas, vitaminas y minerales.

También hay otros alimentos gourmet que podríamos decir que tienen algo de saludable, si se consumen en cantidades moderadas, como el pan alemán o el pan artesanal hecho con masa madre, las cervezas artesanales y algunos tipos de quesos lácteos crudos curados y añejos, o de fuentes vegetales como el queso de almendras.

Hoy día y debido a que las harinas convencionales con gluten, en especial la de trigo genera tantos problemas de salud para muchas personas, encontramos alimentos hechos a base de harinas especiales, por ejemplo harina de coco y harina de almendras que también son alimentos más saludables, exclusivos y gourmet. Se pueden encontrar hoy en día en tiendas naturistas y supermercados gran variedad de galletas, tortas, pastas y demás alimentos hechos con este tipo de harinas.

No podemos olvidar también que algunos restaurantes ofrecen comida gourmet, es decir preparaciones que incluyen algunos de estos ingredientes exclusivos y de alta calidad. Así pues, por ejemplo, restaurantes de comida italiana ofrecen pizzas o pastas con ingredientes tales como aceitunas, alcachofas, espárragos, rúgula y otros considerados gourmet, aunque la masa base de la pizza o el espagueti sean los comunes y corrientes. En algunos restaurantes ofrecen opción también a sus clientes de masas especiales sin gluten, añadiendo así más elementos gourmet a la preparación y haciéndolos más saludables. También en algunos lugares se pueden encontrar postres elaborados con ingredientes tales como miel, pistachos, chocolate negro o quesos de almendra para poner solo algunos ejemplos, y por ello pueden considerarse comida gourmet, exquisita y con frecuencia más saludable que la convencional.

Algunos alimentos fermentados podrían considerarse también gourmet, como por ejemplo el chucrut, hecho de repollo fermentado, el kéfir de agua o de leche, el te de komboucha, el kimchi de vegetales fermentados o el tempeh de soya. Estos son alimentos que contienen bacterias muy beneficiosas para la digestión y la salud general, son hechos artesanalmente y no suelen conseguirse en todas partes. En nuestra cultura moderna resulta indispensable añadirlos a la dieta, no solo como una exquisitez gourmet con su característico sabor fermentado sino como una manera de introducir los tan necesarios pero tan escasos probióticos en nuestro organismo, debido a que la mayoría de alimentos ha sido empaquetado, esterilizado y pasteurizado en procesos industriales y por tanto no contiene bacterias benéficas.

En el caso de las carnes animales, pescados y mariscos, aunque algunos de ellos se consideran gourmet generalmente, nosotros consideramos que no son saludables, éticos en su producción, ni aptos realmente para la alimentación humana. Esto ha sido ya tratado extensamente en otros artículos de esta página como por ejemplo la Dieta Natural Humana.

Por otra parte, con frecuencia se argumenta que los alimentos orgánicos, artesanales o gourmet por su costo no están al alcance de todo el mundo. Sin embargo, debemos pensar algo. Esta comida ha sido producida de manera sostenible y responsable, es nutritiva y deliciosa. A veces más es menos. No por que compremos más comida vamos a estar mejor alimentados. Por tanto, es importante pensar en el origen y calidad del producto que compramos. Más teniendo en cuenta que el alimento es el combustible de nuestro vehículo corporal, único e invaluable. Si solo le damos alimentos de baja calidad, producidos con prácticas industriales malsanas, ¿qué salud y beneficios obtendremos de ellos? ¡Ciertamente ninguno!

La industrialización del campo y de la alimentación en general no ha traído nada bueno para la humanidad ni para la Tierra. Por el contrario ha devastado la salud de la población general, los suelos y ecosistemas y es uno de los principales causantes de cambios climáticos, extinción de especies, trato cruel de los animales en granas industriales, amenaza de extinción de las abejas, polución ambiental y de los ríos, envenenamiento de suelos y ecosistemas entre muchos otros desastres. La industrialización ha conseguido reducir los costes de la comida pero a un altísimo costo en todos los demás campos para todos, excepto para los dueños de las industrias. Es por eso que siempre es mucho mejor comer y apoyar comida orgánica, artesanal y gourmet.

Ahora bien, no es necesario que todo lo que compremos en el supermercado, a domicilio o en restaurantes esté en esta gama gourmet, artesanal u orgánica. Hay alimentos convencionales producidos de manera limpia y hasta cierto punto responsable. Para ese efecto debemos mirar las etiquetas y conocer medianamente su origen. También debemos elegir bien dónde comprarlos.

De cualquier manera, podemos incluir y cambiar algunos de los productos habituales convencionales por productos artesanales o gourmet en la medida de nuestras posibilidades y necesidades. De esta manera contribuimos a nuestra salud, al bienestar del planeta y obtendremos sin duda un gran deleite para nuestros sentidos y paladar.

 

Fuentes de Consulta:

 

Enciclopedia Gourmet, libro de Jesús Llona Larrauri

Superfoods, libro de David Wolfe

El Secreto de las Zonas Azules,  libro de Dan Buettner

Vino para Dummies, libro de Mary Ewing-Mulligan y Ed McCarthy

 

 

®Todos los derechos reservados, Salud Ancestral 2019

¿Cuánto cuesta comer orgánico?

por ®Salud Ancestral

Hay mucha gente que cree que comer bien de acuerdo a los principios ancestrales, es decir productos naturales, saludables, buenos, orgánicos es demasiado costoso. Sin embargo analizaremos a continuación realmente cual es el costo de alimentarse bien.

Hace un siglo muchas familias de clase media gastaban hasta el 70% de sus ingresos mensuales en su alimentación. Hoy el promedio que una familia gasta en alimentos es menos del 10%.

¿Y bien, que nos dice esto? Que los costos de muchos alimentos han bajado sin duda. ¿Pero a que costo real?

Un costo muy alto en últimas para la salud y el bienestar. La industrialización del campo y de la producción de alimentos en realidad no ha traido casi nada bueno, como se suponía haría y aun pregona la publicidad que hace, aparte de ahorrar dinero. Solamente ha hecho todo más cómodo, pero no mejor. No se pueden medir los beneficios de algo únicamente por la comodidad que genere.

Eso es como decir que es mejor comprar un auto de fabricación china en serie y de baja calidad y no un Rolls Royce hecho a mano con los mejores materiales y control de calidad. Por supuesto que la mayoría de personas no podrán comprar un auto así, pero con la comida este no es el caso. La comida sí que está en nuestras manos y en últimas resulta mucho más importante que un auto, sea el que sea, puesto que de ella depende en buena parte nuestra salud.

Entonces vemos que aquí menos es muchas veces mejor. Es preferible comprar menos comida pero de mayor calidad. ¿Porqué habríamos de ahorrar en nuestra salud y bienestar, en lo más básico y necesario de nuestra vida? ¿Para comprar basura para nuestro cuerpo? Sin duda no es una elección muy inteligente.

Y también tenemos que por supuesto no toda la buena comida es tan costosa, a veces lo es solo un poco más que la chatarra. E incluso mucha chatarra tiene también un alto costo monetario a pesar de su escaso o nulo valor nutricional. También hay que tener en cuenta que alimentos naturales, completos, orgánicos son muchisimo más densos en nutrientes que la comida chatarra, y por tanto al nutrir al cuerpo correctamente se requieren en cantidades mucho menores. Así su precio se ve en parte compensado por una cantidad menor de comida que nos pedirá el cuerpo al comer una dieta adecuada y natural, mientras que al comer comida chatarra el cuerpo siempre tendrá hambre porque le harán falta la mayoría de nutrientes esenciales y solamente satisfacerá al paladar.

Entonces, ¿que podemos hacer para comer bien sin incurrir en gastos excesivos?

Primero que todo hay que encontrar buenos proveedores de productos orgánicos y naturales que tengan precios competitivos, lo cual es perfectamente posible en prácticamente cualquier parte hoy día. Productores directos en lo posible, sin intermediarios, los cuales incrementan los costos y hacen más dificil rastrear realmente el origen y la calidad de los alimentos.

Del campo directamente a uno, así debe hacerse. Después de muchas décadas buscando solamente nuestra comodidad debemos volver a buscar nuestra salud, evitando las comidas procesadas, masificadas que venden las grandes cadenas de supermercados que por lo general son más bien venenos. Hay que buscar el alimento hecho artesanalmente, con cuidado, con ética. Eso es lo que realmente se verá reflejado en nuestra salud y también en el cuidado del medio ambiente.

¿De que nos sirve ir y comprar cómodamente al supermercado semana a semana si con ellos estamos acabando con nuestra salud y con el mundo?

¿No resulta más sensato volver a lo natural, a lo ancestral, al comercio justo, en lugar de dejar nuestro dinero a la gran industria la cual no tiene reparo alguno en los inmensos daños que nos ocasiona y ocasiona a los ecosistemas con sus producciones altamente refinadas, repletas de pesticidas, químicos, aditivos artificiales, envasados y empaquetados de manera industrial por máquinas?

Es natural que un alimento que deba producirse a mucha menor escala, con métodos artesanales, con un proceso mucho más lento tenga un costo mayor que aquel que se produce en masa, con monocultivos enormes, cosechado por máquinas, procesado rápidamente en fábricas que no descansan. Es lo justo.

Por eso un aceite de coco debe tener un costo mucho mayor que un aceite de canola o soya por ejemplo. Por eso un vegetal orgánico vale más que un vegetal convencional, por lo general. Por eso un pan hecho de manera lenta y artesanal con masa madre y harinas no refinadas es más costoso que un pan blanco de panadería. Por eso un huevo de granja de animales que andan en finca libres y comen alimentos naturales como maíz es más costoso que un huevo producido salvajemente de manera cruel y totalmente antinatural en un galpón. Ese primer huevo alimentará, pues es un huevo y contiene nutrientes en estado natural, el otro intoxicará, y no es un huevo aunque lo parezca superficialmente. Es un subproducto de una abominable cadena industrial que enferma. Por eso se debe pagar siempre lo que vale un huevo, un huevo real, no comprar un sucedáneo pobre en todo sentido por ahorrar supuestamente unos costos.

Esto es un manejo inteligente del alimento. Tal como una persona que invierte y ahorra finalmente y con el tiempo logra tener mucho más dinero que aquel que cada vez recibe y lo gasta todo, quien invierte en alimentos y productos de cuidado personal de alta calidad con el tiempo verá los resultados, los beneficios enormes y los frutos.

Una vida más larga y mucho más saludable es el resultado de pequeños hábitos diarios como este, el resultado de hacer las cosas bien, de acuerdo a los principios naturales.

 

Fuentes de consulta:

-El Secreto de las Zonas Azules, libro de Dan Buettner

-El Pequeño Libro de la Tierra, libro de James Bruges

 

®Todos los derechos reservados, Salud Ancestral 2017

La Importancia olvidada de las Tradiciones

por ®Salud Ancestral

Vivimos sumergidos en la modernidad hoy día con todas sus ventajas, pero también con sus enormes desventajas. La característica predominante de la vida moderna es la comodidad. Pero también lo es el estrés. Esta forma de vida actual con su enfoque utilitarista a pesar de sus grandes avances ha llevado sin embargo al mundo a un oscuro callejón sin salida del cual es preciso salir de manera individual y colectiva lo más pronto posible.

No es ningún secreto que muchas de las tradiciones del planeta se han perdido en medio de un mundo industrializado, cómodo, rápido y globalizado como en el que vivimos. El mundo se ha estandarizado y ya apenas si hay diferencia alguna en el modo de vida de un oriental y un occidental, de un habitante del trópico a un habitante de un país cercano a los polos, de un habitante de una gran ciudad y un habitante de un pequeño pueblo.

Se trata, por ejemplo, de mantener artificialmente la misma temperatura ambiente en todos los lugares de la civilización moderna a lo largo de todo el año con aires acondicionados o calefacciones con el fin de aumentar la comodidad de las personas. Se dispone de agua, electricidad y comunicaciones veloces a la mano dia y noche en cualquier lugar. La gente come parecido, viste parecido, vive de manera parecida e incluso piensa de manera similar en casi todas partes del mundo. La TV alcanza todos los rincones y dicta así mismo los patrones a seguir. A su vez el internet globaliza todo y permite el mismo acceso a todo para todos.

Todo se ha vuelto sumamente rápido, las comunicaciones, los medios de transporte, la comida, el trabajo, la vida en sí. Todo parece tratarse de aceleración y rendimiento. Cuanto más mejor. Hemos depositado nuestra confianza en máquinas, en lugar de en  la naturaleza y la sabiduría de los ancestros.

En este mundo de locura que gira y se mueve a toda velocidad poco parecen importar ya las tradiciones. El legado de los ancestros es visto apenas como curiosidad de estudio, expuesto como una antiguedad de museo y mirado con cierto desdén.

Evidentemente el mundo moderno tiene ciertas ventajas, hemos también logrado avances en el conocimiento y logros en diversos ámbitos de la vida y hoy en día gracias a la amplitud de información disponible tenemos también una mayor apertura mental en general. Y así mismo tampoco todas las tradiciones de todos los pueblos son ejemplos a seguir ni mejores necesariamente que lo que hoy en día tenemos. También existian y existen tradiciones erróneas, crueles e injustas entre muchos pueblos alrededor del mundo. Hay que mirar esto con discernimiento sin duda.

Y sin embargo es en la tradición donde quizás se pueda encontrar el camino de vuelta a una vida mucho más tranquila, saludable y plena.

Al observar las tradiciones y costumbres de diversos pueblos ellas son capaces de enseñarnos otra manera de vivir y de alimentarnos, distinta a la que conocemos. Una forma más lenta, artesanal, holística, sin conflicto. Cuando se estudia el estilo de vida de las poblaciones más longevas y saludables del mundo uno encuentra ciertos puntos en común no solo en su manera de alimentarse sino de vivir y de pensar. Y en todo caso las poblaciones que vivían desde hace décadas lejos de la civilización industrializada muestran todas rasgos de bienestar, salud y longevidad carentes en aquellos lugares donde el estilo de vida moderno se impuso.

Algunos de los puntos donde la gente es más longeva se encuentran en Okinawa en Japón, el pueblo Hunza en el Himalaya, Cerdeña en Italia, los Montes del Cáucaso al sur de Rusia, Icaria en Grecia, Nicoya en Costa Rica y Vilcabamba en Ecuador.

Las personas allí viven vidas más lentas y felices guardando sus tradiciones centenarias. Sus dietas se basan en alimentos frescos, orgánicos, con frecuencia producidos por ellos mismos, elaborados de maneras artesanales y con procesos aprendidos de sus ancestros que conservan o bien aumentan sus propiedades benéficas. De esta manera la dieta de los pobladores de estas zonas contienen muchas más enzimas, probióticos, vitaminas, minerales, clorofila y nutrientes en general que las de los habitantes de la mayoria de lugares del mundo moderno. Igualmente estos no contienen ni los pesticidas, hormonas, ni químicos contaminantes de los que están repletos los alimentos que se consiguen en los supermercados de las ciudades.

Las personas en estos lugares comen de manera pausada y moderada, no se atiborran de comida, suelen detenerse cuando el estomago está un 80% lleno. No varían demasiado de un día a otro lo que comen. Suelen acompañar de un buen vino producido localmente sus comidas. Cocinan y comen en compañía y recolectan de su huerto y árboles frutales una gran parte de sus alimentos. No comen alimentos procesados, refinados ni alterados genéticamente. Comen una rica variedad de alimentos vegetales. Las dietas ancestrales de estos pueblos no eran ni son vegetarianas, sin embargo se suele incluir muy poco la carne, a razón de pocas veces por mes o por semana. No explotaban a los animales de la manera sistemática e industrializada en que hoy se hace en casi todas partes. En varias de estas poblaciones se incluía e incluye la leche, en especial de cabra, pero cruda y de animales que pastan libres, la cual es completamente diferente a la leche comercial pasteurizada de animales inyectados con hormonas, antibióticos, alimentados con soya transgénica y con frecuencia encerrados y hacinados.

El estrés en estas poblaciones es prácticamente inexistente, la gente suele trabajar en labores artesanales o del campo, tienen una actividad física constante pero pausada al caminar o realizar sus trabajos, tienen lazos familiares, de amistad y sociales fuertes y saludables, basados en el respeto y la confianza.

En estas zonas se suele tener gran respeto por los ancianos, quienes se consideran fuente de sabiduría y consejo. La gente aspira a llegar a vieja y lo hace en verdad de manera saludable. Muchos superan los 100 años en pleno uso de sus facultades físicas y mentales.

Si retrocedemos un poco en el tiempo podemos ver que muchas culturas antiguas de tipo tribal a lo largo y ancho del mundo concebían y vivían la vida de otra manera muy distinta a como nosotros hoy día lo hacemos. Tenían un profundo respeto por la naturaleza,  a la cual no osaban dañar, por las tradiciones y por los valores ancestrales. Estas personas no tomaban de la naturaleza más de lo que necesitaban y eso marca una enorme diferencia con nosotros. La codicia nuestra en el mundo moderno y nuestras ansias de comodidad se han vuelto contra nosotros en forma de una mala salud, estrés y una corta vida.

Las tradiciones nos enseñan sobre los ciclos de la vida, sobre el respeto a todas las formas de vida, y sobre la importancia de los lazos; enseñan sobre la estrecha unión de todo cuanto existe. Enseñan que es mejor poco pero bien hecho, que más vale lento y que se disfrute que a toda velocidad pero sin gozo. Enseñan que poco importa saber mucho o teorizar, que más vale vivir confiando en la naturaleza y en la sabiduría de los ancestros, pues en la práctica esto demuestra ser mucho más efectivo y también mucho más agradable que la complejidad y fragmentación a la que nos hemos sometido con nuestro estilo de vida alejado de lo natural.

Las tradiciones llenan de sentido la vida al dar una explicación, un propósito, un norte y una guía a todo lo que sucede. Los mitos que acompañan la vida de las poblaciones que guardan sus tradiciones constituyen un eje central de la vida de la comunidad y crean fuertes vínculos y valores firmes en todos sus miembros. Esa confianza evita muchos de los conflictos y neurosis propios del mundo moderno, en donde aparte de los malos hábitos y del estrés, se suele carecer de un norte claro y existen fuertes contradicciones tanto en el individuo como externamente con el entorno, el cual se percibe como algo agresivo.

Un claro retorno a las raíces, a las tradiciones con sus mitos, sus formas saludables de vida, su respeto, su confianza, sus grandes valores, es precisamente lo que el mundo hoy en día precisa no solo para vivir una vida plena sino para salvarse de una inminente extinción, producto de un estilo de vida moderno y arrogante que ha negado de manera sistemática y por demasiado tiempo el rico legado de la sabiduría ancestral.

Fuentes de consulta:

– Tiempo para la Vida, la crisis ecológica en su dimensión temporal, libro de Jorge Riechmann

– El Secreto de las Zonas Azules, libro de Dan Buettner

– Lugares de la Tierra con Alta Longevidad: http://historiaybiografias.com/longevidad2/

http://historiaybiografias.com/longevidad2a/

– Longevity Now, libro de David Wolfe

– Nutrición y Degeneración Física, libro del Dr. Weston Price

– ¿Qué comen las personas más longevas del planeta?, Articulo de Mediataciones Culinarias:

http://www.meditacionesculinarias.com/2012/04/que-comen-las-personas-mas-longevas-del.html

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La comida y los ciclos festivos

por ®Salud Ancestral

 

Desde la más remota antigüedad la humanidad ha celebrado sus festividades de fin de año con abundantes cenas o comidas especiales. La calidez de las celebraciones se manifestaba ampliamente a través de una generosa comida compartida. Somos herederos sin duda de esta tradición aun en nuestro mundo moderno, pero la tradición ancestral ha sido gravemente trastocada.

Las festividades originalmente eran rituales comunales o familiares de gran alegría que solían conllevar alguna mística especial enraizada en las creencias de las gentes. Para ello se disponían alimentos y comidas y bebidas especiales distintas a las del resto del año. Y aun hoy es en parte así.

Pero hoy vemos como la industria se ha apoderado de la alimentación mundial, es lo que podemos observar sin más en los supermercados y la gran mayoría de los restaurantes de las ciudades. La comida es altamente procesada, no comida realmente natural y está muy lejos de ser saludable. Se estimula la sobreabundancia pero como parte de una estrategia comercial para que el consumo y las ganancias permanezcan constantes. Esto sin importar cual sea el costo para la salud y el medio ambiente. Y para este fin se usa especialmente y como lamentable excusa las festividades ancestrales.

Cuando uno mira con atención qué hay detrás de gran parte de la comida que se consume en Occidente hoy día se encuentra con que hay un factor común: la explotación. Puede ser explotación de los animales, de la Tierra o de los trabajadores, pero casi invariablemente la comida es producida en estas lamentables condiciones antes de llegar a nuestros platos. Y esta explotación se multiplica con ocasión de las festividades, en especial las de fin de año, con el fin de satisfacer una demanda desmesurada.

Los cultivos modernos alrededor del mundo entero han sido en gran parte modificados genéticamente, regados con pesticidas y abonos químicos altamente tóxicos, los productos de origen animal producidos en granjas industriales con gran crueldad hacia los animales, hacinamiento y condiciones miserables a la vez que los animales son inyectados con hormonas y antibióticos, todo lo cual pasa a los alimentos y a quien los consume.

De esta manera aunque se consuma exactamente los mismos alimentos que los ancestros, la calidad de los mismos ha descendido a un nivel de casi chatarra, de lo cual el cuerpo puede aprovechar poco como nutrientes y sí en cambio absorber mucho como veneno.

Otro punto importante tiene que ver con los tiempos de elaboración de los alimentos. En la antigüedad cada cosa se hacía con tiempo, artesanalmente y de esta manera la calidad del alimento y su contenido probiótico en especial era totalmente distinto al de los alimentos producidos hoy día en masa de manera industrial. Las levaduras llevaban días fermentando, lo cual permitía hacer panes ricos en bacterias benéficas, se fabricaban numerosas bebidas fermentadas, algunas especialmente para las celebraciones con contenido probiótico muy alto. Además de otros alimentos y vinagres fermentados, ricos en levaduras y bacterias beneficiosas. Todo esto incidía de manera muy directa en la salud de la población sin duda, pues el balance de bacterias en el cuerpo humano es una de las más grandes claves en la salud ancestral.

Es de vital importancia mantener las tradiciones ancestrales, tanto para la salud como para la conservación de la Tierra y de los bienes inmateriales de la humanidad, los principios naturales que permiten vivir armónicamente en comunidad. Vemos que en un mundo en el que las tradiciones han desaparecido en favor de la industrialización y la supuesta modernización de la sociedad la convivencia es cada vez más difícil y disarmónica, tanto entre los seres humanos como con el entorno. Se ha favorecido el comercio indiscriminado por encima de lo natural y del bien común.

Por ello si uno toma consciencia de esto puede hacer varias cosas para contrarrestar la destrucción tanto de las tradiciones ancestrales como del mundo mismo a manos de la industria. Lo primero que puede hacer es buscar una alimentación consciente, es decir que sea producida de manera justa y sostenible y preferiblemente de manera local. Es decir que el alimento se produzca lo más naturalmente posible y sin explotación de los animales, del medio ambiente o de los productores. Esto se logra normalmente buscando un proveedor local de confianza de alimentos, alguien que produzca alimentos orgánicos y sostenibles y que mantenga un comercio justo. Este simple cambio nos desliga de la comida transgénica, fumigada, sucia en cuya producción se devasta la Tierra y de alimentos producidos sin ética, con crueldad. Para quienes tienen espacio y tiempo cultivar la propia comida es una opción aun mejor.

Los antiguos en las sociedades tribales comían casi toda su comida producida localmente y también estacionalmente. Esto evitaba desbalances en los ecosistemas. Respetaban los ciclos y tenían el sentido común de mantener tan intacto como fuera posible el entorno. Veneraban a la naturaleza, a los árboles y a los animales y no los consideraban productos de consumo, sintiendo gran respeto por ellos y buscando la propia supervivencia sin afectar las otras poblaciones de seres con los que convivían.

Igualmente es importante para nosotros, habitantes del mundo moderno, evitar alimentos que se producen de manera masiva y favorecer a los pequeños productores, pues los alimentos masivos hoy en día suelen provenir de gigantescos monocultivos transgénicos que arrasan con los bosques y son totalmente insalubres para el medio ambiente y para el consumo humano. Cuando se reemplazan los aceites industriales por aceites prensados en frío provenientes de pequeños cultivos, cuando se reemplazan los alimentos hechos de soya o trigo por alimentos hechos con harinas más saludables y menos comerciales y cuando se compra orgánico y producido localmente entonces uno está migrando hacia lo tradicional y ancestral nuevamente, está fluyendo de nuevo con las leyes de la naturaleza y no con las leyes que impone a la fuerza el dinero.

Así mismo uno debe tener tiempo de preparar algunas cosas por sí mismo en casa. Alimentos y bebidas probióticos, ensaladas frescas entre otros alimentos caseros artesanales, frutas frescas y nueces deben estar presentes siempre en la alimentación, también en las fechas especiales. El hecho de celebrar no debe hacernos olvidar el sentido común, lo natural y la manera como funciona el cuerpo óptimamente, atiborrándonos de alimentos sin valor nutricional alguno.

Es completamente posible comer bien, satisfaciendo el paladar a la vez que las necesidades nutricionales reales del cuerpo, siguiendo el sentido común, la observación de lo natural y retomando las tradiciones perdidas en medio de un mundo que se ha apartado de ello con graves consecuencias. En la naturaleza existe gran abundancia, y si se aprovecha sabiamente es una abundancia constante y compartida.

Celebrar es en sentido tradicional exaltar la felicidad y compartirla con otros. No debemos por tanto olvidar que la Tierra es un lugar habitado por otros seres y que todo está en estrecha relación. Lo que se hace a uno afecta a todos. Por ello es de crucial importancia saber qué comemos y asegurarnos que provenga de una producción y de un comercio justo, sostenible, natural, armónico, que permita darle un sentido real y profundo de bienestar, abundancia y bondad a nuestras celebraciones anuales.

 
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Por un Mundo sin Máquinas

por ®Salud Ancestral

De la explotación industrial de la Tierra a la vida sencilla orgánica

¿Cómo sería un mundo libre de máquinas creadas por el hombre? Un mundo rústico, natural como el de nuestros ancestros. Es una pregunta que posiblemente muchos ya se hayan hecho en momentos de exasperación en medio de la vida de las agitadas y contaminadas ciudades.

¿Y qué tiene que ver esto con la salud? se preguntarán algunos. Pues bien, tiene verdaderamente todo que ver. Si estamos tratando de volver a los principios naturales pero seguimos dependiendo profundamente de las máquinas, como de hecho lo hacemos hoy todos nosotros, hay allí una gran contradicción intrínseca.

Hemos llegado hoy día como civilización a un punto similar al que se ve en muchas películas apocalípticas, en las cuales las máquinas se han tomado al mundo y lo gobiernan. Si observamos nuestra vida cotidiana, las máquinas nos gobiernan ya en efecto en todos los campos de nuestra vida particular y en sociedad, esto es una realidad, no una película futurística de ciencia ficción.

Las máquinas afectan nuestra salud y la del planeta más que casi cualquier otra cosa. Debido a las máquinas existe la contaminación tanto del aire, como de las aguas, como la auditiva. Debido a las máquinas la destrucción de los ecosistemas es enorme y la extracción forzada de materia prima y de y la fabricación de productos acabados es excesiva y se hace de una manera insostenible, a un ritmo exacerbado. Debido a las máquinas el tiempo se ha acelerado y ya no contamos con tiempo para nada, pues ellas nos exigen una alta productividad, nuestros celulares, ordenadores, nuestros vehículos de transporte, las máquinas que usamos en la oficina o en la fábrica, las máquinas que fabrican lo que comemos y usamos, todas nos exigen y nos roban nuestro valioso tiempo.

Solamente unas décadas atrás todo transcurría de manera más lenta, y ni que decir de hace 150 años, cuando aun prevalecía la vida rural sobre la de las grandes ciudades. Las máquinas han alterado nuestra paz y nuestros nervios y la tranquilidad de todo el planeta, donde ya no parece haber refugio seguro ni pacífico en ningún rincón por apartado que sea ni para hombres, ni para ballenas, gorilas o aves en vía de extinción. El hombre y su industria arrasa, valiéndose de sus potentes máquinas, día a día enormes bosques y selvas, santuarios de innumerables especies vegetales y animales solo para sembrar soya, maíz, flores o para que paste el ganado, para extraer madera, para extraer combustibles, carbón, petroleo o piedras preciosas. Arboles centenarios y majestuosos, que dan cobijo, sombra a la Tierra  y los animales, oxígeno a todos y que regulan la humedad de los suelos y los protegen caen a diario en las selvas y en las ciudades a manos de violentas máquinas que ni los más poderosos animales ni los más robustos árboles pueden resistir.

Como personas conscientes de todo esto y del impacto que la industralización genera en nuestras vidas y en la Tierra quizás entonces de repente queramos volver a consumir orgánico, local, artesanal y natural. Pues bien, ese tipo de producción prescinde en buena parte de las máquinas. Esto era lo que la humanidad hacía y consumía antes de la industrialización completa del mundo. Podemos encontrar así de manera consecuente una parte de la solución al gran problema que se nos presenta con la superpoblación de máquinas, el callejón sin aparente salida de la modernidad.

Puesto que la agricultura se ha vuelto profundamente industrial ello niega lo orgánico, haciendo uso de maquinaria pesada, químicos en los suelos y pesticidas tóxicos creados en grandes fábricas de manera masiva para rociar sobre los cultivos. El transporte de los alimentos del campo a las ciudades se hace en grandes máquinas como camiones enormes y barcos y a grandes distancias, y ello se basa de nuevo en el uso de maquinaria pesada que explota la tierra en la extracción de combustibles fósiles. Y de repente si solamente empezamos a consumir alimentos orgánicos destruimos de raíz ese círculo infernal de maquinaria, destrucción, aniquilación de ecosistemas, explotación de la Tierra y la gente y de ruido insoportable generado por toda la maquinaria industrial a lo largo y ancho del globo. Ya no es necesario nada de eso, solo la sencillez de la tierra, el alimento natural y su cultivador, quien nos lo vende él mismo.

De la misma manera cuando volvemos a lo artesanal en todo, estamos apoyando un mundo sin máquinas, un mundo sostenible y mucho más justo, menos estresante y acelerado, menos contaminado, más agradable y saludable para todos.

Empezando por allí podemos revertir los grandes monopolios que se han tomado al mundo, el de las grandes fábricas, empresas agrícolas, petroleras, supermercados, para regresar a lo que había antes de eso, a la producción a pequeña escala y sostenible que se da en el seno de una propia familia. Y eso en últimas tiene un gran beneficio para todos en términos de tranquilidad e incluso económicos, puesto que los ingresos ya no quedarán en manos de los pocos dueños de las industrias.

¿Qué podemos entonces hacer como individuos para acercarnos de nuevo a un mundo sin máquinas? Compremos siempre en lo posible orgánico, crudo, local, directamente de los productores, en lugar de en los grandes supermercados. Compremos productos sin procesar y sin aditivos que aunque tienen una vida más corta son naturales y no nos generan graves problemas como los procesados, refinados, pasteurizados y sintéticos. Compremos o mejor aun hagamos nosotros mismos nuestros propios productos de higiene y belleza artesanales como crema dental, jabón y champú, libres de químicos procesados por máquinas en grandes fábricas. El aceite de coco por ejemplo es muy versátil para tal fin y puede ser usado como base para hacer dentífricos, jabones, cremas para la piel y bronceadores naturales. Prefiramos pequeños negocios y distribuidores sobre las grandes cadenas. Compremos productos artesanales antes que productos hechos en serie por máquinas. Apoyemos la música artesanal, tradicional y ancestral siempre que sea posible y antes que a las grandes industrias musicales. Si no es necesario el uso de un vehículo entonces caminemos o usemos la bicicleta. Cultivemos si es posible algunos de nuestros alimentos en casa o al menos hierbas aromáticas para nuestro propio consumo. Apaguemos por un momento al día nuestros celulares, computadores, televisores y retomemos la lectura de un libro o la comunicación directa con los otros, no a través de las máquinas. Si es posible utilicemos la medicina natural y holística y no la basada en drogas farmacéuticas sintéticas hechas en fábricas químicas que terminan dañando nuestro cuerpo, son con frecuencia experimentadas cruelmente en animales de laboratorio y tienen además un alto impacto social.

Permítase a ud mismo la tranquilidad de una vida natural y saludable y al mundo y la humanidad disfrutar un mundo libre de explotación, contaminación y deshumanización, un mundo sin máquinas.

 

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